… Hoy es un viernes frío,
como todos los días en Bogotá, la neblina tapa los cerros, pero nada que un
tintico con panela no cure a esta hora de la mañana. Son las seis de la mañana
y hoy es un día especial.
Hoy tengo una entrevista de trabajo en una de las
nuevas fábricas que están naciendo en la Sabana, por el norte y el occidente,
mi traje negro, camisa blanca, la corbata y el sombrero están listos de anoche,
lo que no encuentro es el paraguas para cubrirme de la llovizna que seguramente
caerá al final de la tarde.
La mañana pasa y los nervios
me empiezan a invadir, aun estoy en mi casa, veo hacia el cerro de Monserrate,
le pido al Señor Caído que me ayude, me proteja y me permita obtener ese empleo
como operario de una de las maquinas que tienen en la cervecería. El doctor me
citó a la 1:30 de la tarde en el centro, hay en el café que queda en la calle
Real, cerca al hotel Granada, uno de los más lujosos del país, muy cerca al tranvía,
eso me permite ahorrar un poco de dinero…
Son más allá de las 12:30
del medio día y yo estoy nervioso pero listo para salir rumbo a mi entrevista
de trabajo, un trabajo que cambiaría la forma de vida de mi familia y me
permitiría salir a delante con mi esposa
y nuestro hijo que nacerá en los próximos días. Según la partera está
muy pronto en llegar el nuevo miembro de la familia. Por ese hijo es que debo
obtener ese empleo en la fábrica.
María, mi esposa, me da la
bendición y me acomoda el pañuelo del traje negro, que solo me lo pongo para ir
a misa y pues hoy que es una ocasión especial, camino desde mi casa, por la vía
de tranvía, bajando hacia el centro de Bogotá para llegar puntual a la cita. Sé
que estaré como media hora antes pero prefiero esperar al doctor y así dar
buena impresión.
La tarde está fría, bajo por
el Hotel Continental, a mi espalda está el cerro de Monserrate y pues al paso
que voy alcanzaré a entrar a la iglesia de San Francisco, para hacer una
pequeña oración.
Faltan cinco minutos para la
una de la tarde, entró a la iglesia, hago mi venía ante el Cristo y entró en
oración. No tengo mucho tiempo, tengo mi entrevista, así que Dios entenderá si
no demoro, salgo por la puerta principal, pasa el tranvía de la una, sonando su
campana y lleno de gente que va hacia sus trabajos, para la jornada de la
tarde. A muchos les pagan su semana esta tarde, así que deben llegar puntuales
para que el jefe operario les cancele a tiempo.
Estoy cruzando la calle de
Jiménez de Quesada para quedar frente al café, al frente del Hotel Granada, cruzó
la calle Real, veo mi muñeca izquierda,
mi reloj marca la 1:05 minutos, voy a llegar a tiempo a ver al doctor
para que me diga a qué hora y en qué lugar tomó el camión para la cervecería.
Siento una ráfaga de viento
frío que tumba mi sombrero negro, me agacho a recogerlo, lo limpio del polvo,
nada puede dañar está gran oportunidad…
escucho un fuerte ruido, nunca había escuchado algo así, volteo a mirar
hacia donde salió ese ruido, fue a mi espalda. Veo a un hombre grueso caer, una
cara asustada se queda unos segundos viendo hacia la nada, su cara es de susto,
como si despertara de una pesadilla, suelta un arma, y sale a correr hacia la
droguería Nueva Granada, a unos pocos
metros de allí.
Otro hombre, me empuja,
haciéndome caer al suelo, mientras va gritando: “¡Mataron a Gaitán, “Mataron a
Gaitán!””, yo quede quieto, como si el tiempo se detuviera mientras esas
palabras llegaban a mi cabeza. ¡Mataron a Gaitán¡ eso era imposible, como van a
matar al futuro presidente de Colombia, pensé al reaccionar mientras me
levantaba del piso, ví a unos amigos del hombre que cayó intentando levantarlo,
cuando lo voltearon le pude ver la cara, no lo podía creer, el hombre que
estaba en el piso y al cual trataban de ayudar era ‘el negro’ (muchos lo
conocían así en forma despectiva, otros como los que compartíamos un poco sus
ideas, que lo llamaran ‘el negro’ era la forma de sentirlo más cerca a nosotros),
Jorge Eliecer Gaitán.
Mis ojos no lograron
controlar una lágrima que salió sin dudar, mi esposa embarazada se me pasó por
la mente, salí corriendo rumbo a mi casa, pero mi intento por salir de allí
duro unos cuantos metros, la muchedumbre no permitía que nadie saliera de este
lugar, cada vez veía más gente. Unos gritaban, otros lloraban, y al frente se
veía como se llevaban a Gaitán a la Clínica Central que es la más cercana.
Todo parece mentira, sigo
intentando salir de allí, pero no se puede, por el contrario, el gentío me
lleva hacia la droguería, tal vez al llegar allí pueda salir más fácilmente,
pienso.
Por fin la muchedumbre para,
hemos llegado al frente de la droguería, no entiendo lo que están discutiendo
allí pero un policía ordena al administrador cerrar la reja. No sé cómo pero en
cuestión de minutos, llegan otros hombres y mujeres armados con palos, machetes,
martillos o simplemente con los puños. Empiezan a golpear la reja de la ‘Nueva
Granada’, cada vez con más furia, como un toro de casta.
Son tantos los golpes que la
gente le da a la reja que está empieza a ceder, la gente con martillos, sigue
golpeando hasta abrir una grieta en aquella barrera, yo sigo pensando en cómo
salir de allí pero es tanta la gente que no me puedo ni mover, pienso en que mi
nuevo patrón no va a esperar, tal vez estaba esperándome más temprano, porque
los doctores son muy ocupados y si están más temprano pueden hacer más cosas en
la tarde. Empujo a los que me tienen presionado, busco salir, a una de las
mujeres que empujo con miras a salir, la veo a los ojos y es como si tuvieran
el demonio dentro, la rabia se refleja en sus pupilas, el empujón que le doy no
la quita del lado, sino que la anima más hacia la gente que está delante,
halando la reja que está a punto de caer. No puedo salir, entre más lo intento,
más me empujan hacia adelante. Mis lágrimas ahora son de desespero, no quiero
estar allí, necesito darle una mejor vida a mi familia y para eso necesito
estar en el café, esta revuelta no es mía y el doctor Gaitán seguramente ya se
está recuperando en la clínica.
De reflejo veo la hora, en
el reloj de uno de los hombres que empuñan un machete en su mano izquierda, ya
es la 1:30 de la tarde, veo hacia atrás, hacia el café y no se ve nada, está la
reja abajo, ya no hay ventanal en pie en toda la calle, el tranvía que pasa
siempre a la 1:30 no lo dejan seguir, la gente se baja atropelladamente porque
otros los están volteando, dos tranvías más que vienen detrás corren la misma
suerte.
Un ruido seco hace que
vuelva mi vista al frente, la reja de la droguería cayó, una décima de hombres
ingresa al local y saca del pelo a un hombre asustado, se nota que ha llorado
todo el tiempo, los dos policías que estaban dentro protegen al administrador y
su esposa. Salen con el hombre como si fuera un trofeo, lo muestran por unos
segundos y aunque las autoridades ya se encontraban en el sitio para custodiar
al hombre, no hacen nada al escuchar las voces que al unísono gritan “mató a
Gaitán”…
En fracciones de segundos el
hombre es halado por su corbata, llevándolo al piso donde recibe toda clase de
golpes de cientos de personas, un corrillo se forma para golpearlo de todas las
formas. Nadie sabe quien da las voces de mando pero se escucha un coro
terrorífico: “Al Palacio” y la muchedumbre empieza a marchar hacia el sur de la
Calle Real, rumbo al palacio de San Carlos. Al hombre, ya herido, lo siguen golpeando
con todo, lo toman de sus extremidades y lo arrastran por la calle como un
animal.
Los gritos de aquel hombre
son tan penetrantes, con tanto dolor que me llegan al alma, lo único que atino
a decir es: “No le peguen más, lo van a matar”, nadie me pone cuidado, y por el
contrario la muchedumbre vuelve a empujarme, esta vez con rumbo al Palacio.
No sé cuánto tiempo ha
pasado, creo que son un par de minutos cuanto se escucha un gran estruendo,
unos hombres acaban de romper el ventanal que salvaguarda una de las
ferreterías más grandes que tiene la Calle Real, entran y se llevan todos los
elementos, sin que yo participe en este robo termine empuñando un machete en mi
mano derecha.
Las arengas y gritos llenos
de odio se escuchan por todo lado, mis pensamientos solo están en mi casa,
¿será que saben lo que está pasando?, ya se divisa la cúpula de la Catedral
Primada, no hay la misma cantidad de vehículos que siempre se encuentran
parqueados en la plaza, seguramente con los acontecimientos han sido evacuados los
que más pudieron.
La lluvia que empieza a caer
en las calles bogotanas me devuelve de mis pensamientos y encuentro un silencio
sepulcral, ni siquiera el hombre que arrastran por la calle grita. Lo perdí de
vista no sé donde lo llevan pero el silencio es colectivo, como si la lluvia
permitiera aclarar los pensamientos…
Al pasar por la puerta
principal de la Catedral enciende los ánimos de la muchedumbre porque sabe que
estamos a unos metros del Palacio de San Carlos, desde donde despacha el
presidente de la República, de inmediato la poca seguridad que custodia los
alrededores del palacio es reducida por la cantidad de gente que hacemos la
camita, unos por voluntad otros porque no hemos podido salir de este gentío.
El presunto asesino, que
había perdido de vista, volvió a aparecer, o bueno lo que quedaba de él, esa
imagen nunca pensé verla, no entendía en mi conciencia como alguien podía
asesinar a otro ser humano de esa forma tan atroz. Lo que estaban ubicando en
la entrada del Palacio no era un hombre, era un animal sacrificado, la sangre
se confundía con la carne, mejor con el hueso, porque la carne quedó en el
asfalto, lo único intacto era la corbata.
Cualquier cosa puede pasar a
partir de este momento, no sé cómo puede tener tanta rabia una persona, al
punto de matar a una persona de esa forma tan cruel, otros mientras tanto están
parando el tranvía que pasa por la Calle Real, lo incineran, veo hacia atrás,
hacia el norte de la ciudad, todo es una
nube de humo negro, mezclado con lluvia, veo como el fuego empieza a consumir
algunas edificaciones que hace unos minutos estaban siendo saqueadas ahora eran
consumidas por el fuego.
Al ver este panorama,
mientras veo como el Ejército viene hacia nosotros, no lo pienso más y empiezo
a correr, esta vez como por una acción divina nadie me lo impide, puedo correr
rumbo a los cerros y con ello poder llegar al rio San Francisco y así poder
llegar a casa, tal vez allí no ha llegado la noticia y pueda estar bien al lado
de mi esposa y mañana mismo salir de esta ciudad.
Corro tan rápido como puedo,
subo por la orilla del río, todo huele a muerte, no hay más que incendios, a lo
lejos se escuchan unos disparos, tal vez el Ejército tomó el control del
palacio y convenció a la gente de volver a sus casas. Todo es humos, fuego y
destrucción, la muerte y desolación no desamparan los cerros.
Es raro, pero no reconozco
las calles por donde paso no hay nada en pie, mi sentido de orientación me dice
que estoy cerca a mi casa, pero no veo nada más que fuego, ninguna casa está en
pie, los niños lloran, algunos viejos están rezando para que la lluvia ayude a
apagar las llamas, no veo a mi esposa pero mi corazón me dice que está bien,
avanzo poco a poco en medio de la destrucción, se que podré darle un abrazo y
salir de allí…
Así como este hecho, que
para el caso es salido de la ficción, muchos otros REALES podrían ser contados
por las víctimas o sus familias… un poco de la historia de este país es
conveniente recrearla de mil formas para no olvidarla y así evitar repetirla…
El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril
de 1948,
fue un momento trágico y de cambio en la sociedad colombiana que se evidenció
con mayor énfasis en Bogotá que en el resto del país. No en vano la fecha es
recordada como “El Bogotazo”. El proceso político del país tomó un nuevo
curso. La ciudad también experimentó cambios notables. Con los acontecimientos
desatados en esa fecha, algunos edificios del centro como el Ministerio de
Gobierno, la Nunciatura Apostólica, el Palacio Arzobispal, el Palacio de
Justicia, la Gobernación y el hotel Regina fueron consumidos por las llamas. También
se produjeron intensos saqueos a locales comerciales.
El saldo dejado por este
acontecimiento fue de centenares de muertos, muchos de ellos esparcidos por las
calles. Algunos historiadores afirman que esos hechos marcaron el fin de la
ciudad republicana y el nacimiento de la llamada ciudad moderna. De cualquier
modo, sus repercusiones urbanas y sociales fueron profundas y duraderas,
implicando en particular el desplazamiento hacia el norte de las clases
pudientes de la capital.
Fuente: wikipedia
@NICOLASRINCON
Fotografías tomadas de internet
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