Una apasionante y nostálgica charla entre dos amigas fue el
encuentro de Pilar del Río –esposa de José Saramago- con la escritora
colombiana Laura Restrepo. Dos amigas que profundizaron en la vida del único
Premio Nobel de Literatura de lengua portuguesa.
Del Río y Restrepo recordaron varias anécdotas de los tantos
momentos compartidos con el famoso autor de Ensayo
sobre la ceguera. Cuenta Pilar que, de vez en cuando, ella y José solían
discutir por las traducciones al español que Pilar hacía de los libros del
nobel:
“¿Yo escribí esto así?”, preguntaba José. “Así es”, le respondía
Pilar. “Pues al español le faltan palabras”, refutaba el escritor. “Los
diccionarios de español son más gruesos”, se defendía la periodista… “Si
quieres te llamo al director de la Real Academia Española para que discutas con
él”, estocaba para cerrar estos apasionados, pero divertidos episodios, la
eterna esposa del genial escritor luso.
Sin embargo, este tipo de lidias en nada afectaban la relación
de los dos ni la actitud del prosista; es más, Saramago cada día amaba más a
Pilar y a la humanidad entera. “El otro es como yo y tiene derecho a decir yo”,
fue una de las frases que José más repitió en sus últimos años, cuenta Pilar.
El eterno vuelo de una pluma
“No era el día de morir, no era ese el día”, expresa Pilar
acongojada. Algunos segundos después rememora el funeral del escritor: “Miles
de personas levantaron libros al pasar junto al féretro de Saramago; luego
miles los levantaron en las calles y dentro del cementerio. Los libros que más
se veían eran Levantado del suelo y Todos los nombres…”.
“Un gran hombre había muerto; por eso pasaron estas cosas. (…)
Saramago nos hizo mejores a todos”, concluyó Pilar en medio de la ovación del
colmado recinto.
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