Mauricio Reina y Camilo Herrera, ponentes del foro “El consumo cultural y de libros en Colombia” en el que Enrique González, presidente de la Cámara Colombiana del Libro, fue el moderador, coinciden en que es necesario “desmitificar el libro”. Entenderlo también como un producto que debe incluirse en la economía nacional, así como también debe contar con estrategias de difusión como los demás productos del mercado, sin pensar que se trata de un producto más del costal. La idea de ver al libro como un producto, arriesgándose a convertirlo en uno de distribución masiva, causó polémica entre los asistentes al foro, algunos de los cuales manifestaron inconformidad ante la sola insinuación de convertir el libro en un bien material cuyo enfoque sea responder a necesidades del mercado, es decir: un producto cuya oferta dependa de la demanda.
En sus exposiciones, los dos ponentes utilizaron una figura que ilustra de
manera problemática la propuesta: la hamburguesa. Mauricio Reina encuentra que
el libro y la hamburguesa son productos comparables, en el sentido en el que
ninguno de los dos se prepara de la misma forma siempre, cada libro es especial
y cada hamburguesa se prepara según el gusto de quien la hace. Luego, si la
hamburguesa entró al mercado con irrefrenable impulso, podría pensarse que los
libros y la cultura también lograrán alcanzar ese impulso si se utilizan las
estrategias apropiadas. Para los asistentes al foro, entre los que se cuentan
profesores universitarios, editores y otras figuras involucradas en el mercado
editorial, es problemático e incluso traumático desvalorizar el libro, bajarlo
de su privilegiado lugar de guardián del conocimiento y la cultura y reducirlo
al nivel de una pieza de la gastronomía que se devora en 15 minutos: ¡No
vendemos hamburguesas!
Sobre la mesa de discusión hay más de un factor a tener en cuenta en el
mercado cultural. No sólo se trata de vender libros o de incrementar los
índices de lectura, o de satisfacer a un público. La creciente profesión de
gestor cultural ha tenido mayor presencia en la sociedad en estos días en los
que la cultura se ha convertido en un bien comercializable, pero se entiende
que no es lo mismo gestionar cultura que vender hamburguesas, y esto es algo
que está perfectamente claro para los dos ponentes del foro. Si bien existe una
necesidad de convertir el libro en un producto de fuerte tránsito en el mercado
y si es necesario hacer que el público se acerque más a las actividades y
productos que el sector cultural ofrece, no debe ello convertirse en un pretexto
para poner en práctica el neoliberalismo más extremo al punto de trivializar
los bienes culturales. La cultura, entendieron todos, tanto asistentes como
ponentes, es la base sobre la que se construye la conciencia y la identidad de
la sociedad. Mauricio Reina plantea así nuevas preguntas: “¿Queremos
simplemente que se vendan más libros? ¿Queremos que aumenten los índices de
lectura independientemente de la venta de libros? ¿Queremos que la gente se
culturice más y se forme mejor sin importar si es leyendo o no?”.
La ponencia de Camilo Herrera tuvo como foco analizar el mercado, exponer
los índices de valor que arrojaron las estadísticas sobre el sector cultural.
La principal preocupación, para el presidente de Raddar, fue entender que el
libro es también un producto, que la cultura es un producto, que existe un
mercado, un consumidor, y que para mejorar los resultados es indispensable
desarrollar estrategias más eficaces. Por polémica que resultase su propuesta,
no está lejos de la realidad que debe aceptarse. La cultura es el bien
comercial que sostiene toda una parte de la economía nacional, el libro es
principal producto de sostenimiento de las editoriales (ya sea en su
presentación tradicional o las nuevas formas en las que se propone) y por tanto
está sujeto a los mismos fenómenos administrativos y de gestión a los que se
someten los demás sectores de la economía. Sí debe haber una estrategia de
entrada y difusión en el mercado. Sin embargo, como lo apunta Mauricio Reina,
no es simplemente un producto más, es una fuente de cultura, de conciencia, y
por tanto debe tener un trato especial, mas no puede apartársele de la idea de
producto.
Una cifra alarmante es arrojada en medio de la conferencia: “uno de cada
dos jóvenes de 15 años no entiende lo que lee”. Cuando Mauricio Reina pone en
evidencia tan triste realidad una nueva inquietud se apodera de la sala. Ya no
solo se trata de incentivar la lectura o de vender libros o de culturizar, hay
algo más adentro, algo que no depende de las estrategias de difusión. Y
Continúa: “tengamos en cuenta que la mitad de los niños que nacen hoy son niños
no planeados, ¿qué tipo de infancia reciben esos niños?”, si de ese factor
depende también el posterior desarrollo cultural e intelectual de la sociedad,
el problema se sale del ámbito económico y cultural y llega al espacio moral.
Enrique González, presidente de la Cámara Colombiana del Libro, al igual
que los dos ponentes del foro, es consciente de que el libro debe tener un
valor comercial y de que es necesario fortalecer el mercado editorial, pero
también es determinante respetar el valor cultural del producto. El presidente
de la Cámara entiende que no se busca un mercado consumidor de un producto
masivo sino que es momento de apostarle a la cultura y a la educación de la
sociedad. Incentivar la lectura, incrementar los índices, hacer que el libro
llegue a más espacios es, según los tres protagonistas del foro, un compromiso
cultural que no debe descuidar el aporte que dichos proyectos tienen en la
economía nacional.
Prensa de la FILBo 2013
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